Al sur de Inglaterra, en pleno Canal de La mancha, y a apenas 30 kilómetros de Southampton o Porsmouth, encontramos la famosísima isla de Wight. Sus míticos festivales de música, el palacete que hizo construir la Reina Victoria para pasar sus vacaciones y la forma de diamante de su contorno han convertido a este pequeño pedazo de Gran Bretaña en un rincón formidable para vivir la vida a un ritmo más sosegado.
La isla de Wight se hizo popular mundialmente gracias al Festival de Música que comenzó a celebrarse en 1968 y que a trompicones se mantiene vivo en la actualidad. Míticas bandas como Jefferson Airplane, The Who, The Rolling Stones o The Doors y veneradas estrellas como Bon Dylan, Jimi Hendricks o Joe Cocker deben gran parte de sus exitosas carreras a su paso por este legendario espectáculo. Está considerado una de las principales manifestaciones de la cultura y el movimiento hippie.
Pero, sin duda, esta pequeña superficie conectada a Inglaterra a través de líneas de ferrys, brinda incontables alternativas al viajero más inquieto. Cultura, historia y pasión por la naturaleza se reúnen en este islote para proponer una oferta turística de muchos kilates.
Wight es la meca de un movimiento cultural surgido en los últimos años ochenta que se denomina slow travel. Su propuesta es viajar para descansar, sin prisas, con el único propósito de disfrutar del trayecto, de la gente y de cada rincón que se visite.
Kilómetros y kilómetros de senderos
Con 800 kilómetros de rutas de senderismo a pesar de su pequeño tamaño, la isla de Wight ofrece un paisaje natural de una belleza indiscutible, un placer para los ojos. Lógicamente, la costa adopta un papel estelar y sus playas se convierten en lugar de paso obligado. Pueblos pesqueros como Sandown se presentan como paraíso para los amantes del surf y de la vida portuaria. Ventnor, que aún muestra vestigios de la Inglaterra victoriana y la playa de Shanklin, que ofrece historias para contar de más de dos siglos de antigüedad, son apuestas seguras para el aventurero con ganas de adentrarse en la pausada forma de vida que aún mantiene la isla de Wight.
Pero si hay un rincón que se muestra fascinante para la vista es Alum Bay, una singular playa con arena de múltiples colores y el color azul topacio de su mar. The Needles, pequeños picos de tiza blanca, se elevan a más de 30 metros sobre el nivel del mar y ofrecen unas sensaciones insuperables desde el telesilla que ‘camina’ sobre el agua medio centenar de metros.
Una lección de historia en 380 metros cuadrados
Es realmente asombroso que una superficie de 380 metros cuadrados (diez veces menos que Mallorca) pueda ofrecer tantas oportunidades de ocio al viajero. Porque si el abanico de playas es inigualable, la isla de Wight se convierte por sí misma en una lección de Historia viviente. Para comenzar, es obligada la visita a Osborne House, el lugar donde la Reina Victoria y el Príncipe Alberto pasaron sus vacaciones hasta la muerte de la soberana británica. Un jardín con su perímetro amurallado, distinguidas terrazas con preciosas vistas al bosque y The Swiss Cottage, donde se alojaban los hijos de la regia pareja convierten este lugar en un pequeño viaje por la historia británica.
Si formidable es Osborne House, no menos imponente es el castillo de Carisbrooke, antigua prisión y fortaleza con más de mil años de historia. Espectaculares vistas desde los muros del castillo, un paseo por un foso que se mantiene prácticamente intacto pese al paso del tiempo y la visita a la celda donde estuvo preso el rey Carlos I atraen al visitante a dedicar parte del día a conocer esta fortificación.
La isla recoge vestigios de los numerosos pueblos que han dejado su huella a través de los siglos. Celtas, romanos, vikingos o normandos impregnaron de su cultura a un pedazo de tierra que a duras penas pudo resistir los ataques de los que fue objeto también por parte de españoles, franceses y, cómo no, de la Alemania nazi.
Refugio en su momento de vip’s como Lewis Carroll, Charles Dickens o Enrique VIII, hoy en día gran parte de la isla es de propiedad privada pero la zona costera está a salvo de la especulación inmobiliaria y del desordenado crecimiento urbanístico que tanto daño ha hecho en otras zonas de Europa.
Un lugar para la aventura
Por supuesto, en un lugar que rezuma aventura no podían faltar las atracciones para los más pequeños, en la práctica los más intrépidos. El Robin Hill Country Park, un parque temático de 3.500 metros cuadrados ubicado en Downend, al norte de la isla. El parque se encuentra en la parte superior de una villa y alquería romana enterrada, que data del año 43 d.C., y en él conviven grandes superficies de campo abierto, espectaculares zonas verdes y originales juegos de aventuras en las copas de los árboles o en toboganes gigantescos que descienden desde las colinas.
No muy lejos de allí, se encuentra el Blackgang Chine, el parque temático más antiguo de Gran Bretaña que ofrece diversión y aventura con vistas al mar. Y recomendable es pasar una jornada en el Tapnell Farm Park, que cuenta con carreras de karts como una de sus principales actividades.
La Isla de Wight cuenta con una gran oferta de alojamientos, desde hoteles de lujo hasta exóticas cabañas tradicionales. Además, aquellos que desean mantenerse en estrecho contacto con la naturaleza durante su estancia encontrará interesantes ofertas de camping y glamping.