Había llegado el ansiado día…después de preparar rutas, ver todas las películas rodadas en la Toscana y leernos todas las guías que caían en nuestras manos, había llegado el momento de empezar nuestro viaje a la Toscana.
El vuelo que tenía que llevarnos a Pisa transcurrió con toda normalidad, con esa alegre impaciencia y feliz indolencia con la que afrontamos todos nuestros viajes sea cual sea la distancia a recorrer.
La verdad es que de los últimos viajes compartidos un viaje a la Toscana nos hacía una especial ilusión porque en cierta manera la magia del destino nos había cautivado ya desde el momento en el cual empezamos a vislumbrar en imágenes algunos de los paisajes que nos estaban esperando.
El primer día considerando la llegada a Pisa decidimos que lo dedicaríamos a ver la celebérrima Torre de Pisa y su maravillosa Piazza dei Miracoli. La torre está tan perfectamente inclinada que estuvimos todas de acuerdo que en su estado original no debía ser tan atractiva.
Es uno de esos monumentos que a pesar de haberlo visto repetido hasta la saciedad no decepciona en ningún caso y nos maravilló su majestuosa belleza. Además el marco irrepetible de la Piazza dei Miracoli hace de todo el entorno una visita obligada para cualquier viajero que quiera recorrer la Toscana.
Tras el viaje en avión y la primera visita turística por Pisa nos encaminamos a la bella casa rural que sería nuestro cuartel general durante nuestro viaje a la Toscana. Habíamos optado por una pequeña y acogedora finca, la Corte d’Elsa, situada en el pueblo de Castelfiorentino, en la provincia de Florencia, un lugar estratégico perfecto para poder recorrer todos los pueblos de la Toscana cubriendo las diferentes distancias en un tiempo bastante prudente.
La llegada a la casa fue el primer contacto con la genuina hospitalidad de la región, la dueña de la finca se desvivió para explicarnos todo lo necesario a fin de hacer de la estancia unas vacaciones únicas, y el lugar era sencillamente perfecto.
Desafortunadamente el tiempo otoñal no invitaba a hacer uso de la piscina de la finca, porque hubiéramos dado cualquier cosa por haber disfrutado de un buen baño tras las extenuantes excursiones diarias que nos llevaban a caminar horas y horas en nuestro interés por no dejar nada por recorrer.
Como buenas viajeras que somos ya teníamos bastante claro cómo iba a ser el día a día de nuestro viaje a la Toscana, y el segundo día disfrutamos de una fantástica ruta que nos llevó a recorrer Arezzo, Cortona, Montepulciano y Pienza. Sin lugar a dudas este recorrido fue uno de los que más nos impactaron por la belleza de los paisajes que estábamos contemplando.
La bella ciudad de Arezzo es un regalo para los sentidos. Nuestro afán por visitar las increíbles tiendas de anticuario casi hizo que dejáramos el lado más cultural e histórico de la ciudad a un lado en esta ocasión, pero nunca antes habíamos visto tal concentración de bellas tiendas conteniendo las más fantásticas piezas antiguas como vimos en Arezzo.
También nos fascinó su bella Piazza Grande en la que casi llegamos a ver la imagen de Roberto Benigni cruzándola a toda velocidad con su bicicleta en la famosa escena de La vita è bella.
Tras dejar Arezzo, y siguiendo la que podría ser una ruta cinematográfica nos dirigimos a la encantadora Cortona, la pequeña localidad enclavada en lo alto de una de las dulces colinas Toscanas, y que fue escenario del célebre libro Bajo el sol de la Toscana y de la mucho más famosa adaptación cinematográfica.
Pasear por Cortona es realmente especial, es vivir la esencia de la Toscana en estado puro, sus pequeñas y empinadas callejuelas, la tranquilidad otoñal (sin la masa de turistas que nos explicaron que llenan por completo la población en los meses de verano), y sus pequeños restaurantes en los que degustar la mejor cocina Toscana. Por unanimidad Cortona fue uno de los lugares que más nos cautivó de nuestro viaje a la Toscana.
Ese mismo día, y siguiendo al sur de la región, visitamos también Montepulciano, otro de los lugares más bellos de la Toscana, del que destacamos sin lugar a dudas su maravillosa plaza porticada, que es uno de los iconos de la región. La población regala desde su altura unas vistas increíbles de los más característicos paisajes toscanos, y desde allí pensábamos que sería difícil contemplar vistas más bellas, pero nos equivocábamos.
Sin lugar a dudas los más bellos paisajes de todo nuestro viaje a la Toscana fueron los que pudimos contemplar desde la carretera que lleva hasta la pequeña localidad de Pienza. Se trataba de las imágenes que más veces habíamos visto reproducidas en todos los libros y guías que habíamos consultado para preparar el viaje, pero que disfrutando en directo era una emoción indescriptible.
¡Qué maravilla la Toscana de otoño! Estábamos extasiadas ante una belleza tan perfecta que parecía dibujada por la mano del hombre. Nuestro segundo día en la Toscana nos había enamorado ya para siempre de la región.
El tercer día lo dedicamos a Florencia, una ciudad que ya habíamos visitado brevemente en otras ocasiones pero a la que está vez dedicamos un exhaustivo recorrido de la mano de una guía experta que nos descubrió los secretos mejor guardados de su historia.
Para quien tenga previsto visitar la ciudad que no se lo piense, no hay nada mejor para conocer en un día lo más importante de una ciudad. Nosotras recorrimos de la mano de Rima la famosísima Galleria degli Uffizi a la que hubiéramos podido dedicar días y días enteros admirando sus inmensas obras de arte.
Gracias a la experiencia y buen hacer de Rima pudimos disfrutar al completo de la visita, así como de sus consejos para disfrutar de una “ruta-express” por la ciudad en la que incluimos el Duomo, el Ponte Vecchio, l’Accademia, y la preciosa Farmacia de Santa Maria Novella, una verdadera joya en la que nos quedamos fascinadas por sus elaborados perfumes.
El gran acierto del día fue dejar el coche en la estación de tren de Castelfiorentino y viajar a Florencia en tren. Un breve trayecto nos permitió evitar todas las zonas de tráfico restringido de la ciudad y llegar al mismo centro de Florencia en un trayecto de algo más de media hora. Lo recomendamos a todos aquellos que deseen visitar la ciudad durante un día, llegando desde cualquier punto de la Toscana.
El cuarto día de nuestro viaje a la Toscana nos llevaría a conocer Siena, San Gimignano y Monteriggioni.
La mayor parte del día lo dedicamos sin lugar a dudas a la bellísima Siena. Su imponente catedral con su característico mármol blanco y negro nos dejo maravilladas, pero volvimos a coincidir las cuatro en que el lugar más impactante de la ciudad es su famosa Piazza del Campo presidida por la majestuosa Torre del Mangia, la antigua y estilizada torre medieval que durante tantos y tantos años ha sido testigo de las famosas carreras del Palio de Siena, un evento increíble al que nos hemos prometido visitar un próximo verano.
Siena es seguramente la ciudad más elegante de la Toscana, sus elegantes tiendas, sus refinados cafés, y ese aire distinguido de los seneses hacen de esta ciudad un lugar realmente especial.
Siguiendo nuestro itinerario había que hacer parada en la archifamosa San Gimignano, sin lugar a dudas el punto más turístico de todas las poblaciones que visitamos en la Toscana. Hay que reconocerle a San Gimignano una belleza genuina, con sus características torres que se contemplan a lo lejos como la señal de identidad de la bella población, pero mentiríamos también si no dijéramos que el exceso de turismo puede acabar penalizando este maravilloso pueblo Toscano.
En cualquier caso las maravillosas vistas que regala la localidad desde lo alto de su posición son de esos panoramas que cortan la respiración. La siguiente etapa era Monteriggioni, y había que marcharse, de lo contrario nos hubiéramos quedado horas y horas disfrutando del “tramonto” sobre los campos Toscanos.
La pequeña Monteriggioni es una visita obligada. La ciudad medieval completamente amurallada conserva casi intactas tanto las murallas como las torres de defensa, y desde su posición regala unas vistas inigualables del entorno. Al dejar la localidad y ya siendo casi noche cerrada nos quedamos impresionadas con la iluminación tan estudiada de la ciudad ya que gracias a un efectivo juego de luces parece que Monteriggioni esté suspendida en el vacío en medio del valle. Todo un regalo para la vista.
El quinto y último día de la estancia lo dedicamos a conocer los pueblecitos del Chianti, en el centro de la región. Ese día habíamos decidido disfrutar de una degustación de vinos Toscanos ya que no queríamos dejar una región de tal fama vinícola sin haber aprendido algo de sus famosos caldos.
La ruta nos llevo a conocer los pueblos de Greve in Chianti, Castellina y Barberino Val d’Elsa, todas ellas pequeñas localidades alrededor de las cuales se extendían campos infinitos que solo algunas semanas antes estaban repletos de los viñedos en su máximo esplendor.
A mediados de octubre cuando recorríamos la región ya hacía un mes aproximadamente que había concluido la vendimia y no pudimos disfrutar de la imagen de la uva a punto de ser recolectada, en cualquier caso pudimos gozar de los colores rojizos del otoño y del esplendor de los paisajes más bellos que hemos contemplado nunca.
Nuestro día concluyó con una fantástica degustación en las bodegas de Le Torri, una finca rural que además de contar con su propio agroturismo tiene producción propia de vino y aceite, y en la que de la mano de Alessandro, Valerio y Elisa aprendimos todos los secretos de los vinos de la zona.
Tras la degustación siguió una maravillosa cena Toscana en la que pudimos disfrutar de los platos más característicos de la región: antipasto con surtido de bruschette, la pasta más típica de la región, sus famosos pici, y su famosa bistecca fiorentina, todo ello abundantemente regado con los vinos de la bodega que estábamos visitando.
El broche final fue, como no, una copita de vin santo y los famosos cantuccini Toscanos. La noche se alargó infinitamente y creemos recordar que hasta compartimos música y baile con un grupo de invitados americanos que se alojaban en el agroturismo… pero eso ya es otro relato, y se nos acaba el espacio. 🙂
Publicado en el Nº16 de la revista Magellan
La Toscana y Pasquale