La isla de Tenerife alberga en su interior una de las mayores diversidades climáticas y biológicas del planeta. En sus algo más de 2.000 kilómetros cuadrados, es posible disfrutar del pico más alto de España, el Teide, con su inigualable entorno volcánico, pero también de vegetación frondosa y de pueblos con encanto. Todo ello hace que la isla cuente con unas zonas rurales entre las más atractivas del país. Un destino perfecto para el otoño y el invierno, gracias también a su temperatura agradable los 365 días.
Este tipo de turismo, en muchos casos de interior, aporta beneficios diferenciales al visitante, haciendo posibles experiencias más auténticas, vinculadas a las tradiciones del territorio y a su gastronomía. Además, ofrece una libertad, independencia y conexión con la naturaleza difíciles de igualar.
Las villas y zonas rurales más encantadoras de Tenerife se ponen a disposición de los viajeros con incentivos como su gastronomía autóctona, la posibilidad de explorar senderos poco conocidos, darse baños en arenales prácticamente vírgenes y sentir la historia en sus rincones más especiales.
Gastronomía autóctona
La gastronomía tinerfeña es el resultado de una increíble mezcla de influencias europea, africana y americana. Y ello da lugar a una cocina atlántica original y sabrosa. El cochino negro, el atún, la papa, el gofio, los plátanos, el aguacate, la miel, y por supuesto los vinos, con cinco denominaciones de origen, hacen de la cocina de la isla una oportunidad perfecta para deleitarse en una escapada a Tenerife.
Senderos únicos
Una de las mejores maneras de internarse en la versión más rural de Tenerife pasa por recorrer algunos de sus 1.500 kilómetros de senderos. El viajero puede elegir entre los que se adentran en entornos volcánicos o por espacios verdes como la Corona Forestal, con su imponente bosque de pinos y donde la práctica de la observación de estrellas es altamente recomendable; el Parque Rural de Anaga, con sus llamativos caseríos, o el Parque Rural de Teno, por citar algunos. En estos dos últimos espacios naturales, los bosques de laurisilva, una reliquia de la Era Terciaria, trasladan a un entorno mágico que evoca a un cuento de hadas.
Playas donde perderse
Una escapada rural en Tenerife implica también la posibilidad de aprovechar sus charcos naturales y playas menos exploradas. Entre los primeros, los de Garachico son una opción ineludible, así como las piscinas naturales de Bajamar o Punta del Hidalgo. Entre las playas en las que perderse, El Socorro o El Bollullo, en el norte de la isla, son ideales para ello, al igual que otras en el sur como la de La Arena, en Santiago del Teide.
Rincones históricos
La isla aúna una gran cantidad de bellísimos cascos históricos que completan a la perfección la experiencia rural. Garachico traspasa fronteras cuando se habla de pueblos bonitos, por algo está considerado una verdadera revelación a nivel nacional. La erupción del volcán de Trevejo, que lo devastó casi por completo en 1706, sirvió para reconstruirlo todavía más encantador de lo que solía ser. Las calles adoquinadas de este lugar rezuman historia e invitan a dar largos paseos para explorar iglesias y otras construcciones antiguas a pocos metros del mar. Pero no nos podemos olvidar de otros bellos rincones de la isla que van desde la señorial La Orotava, con sus, perfectamente, conservados palacetes e iglesias, al casco de Arona, Guía de Isora o Icod de los Vinos.
Más información: www.webtenerife.com
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