Roses es el punto de partida perfecto para conocer y disfrutar del Alt Empordà, una de las comarcas gerundenses con mayor riqueza natural y patrimonial. Empezando por el Parque Natural del Cap de Creus, que alberga mil sorpresas. Una de ellas –por la carretera ascendente que, desde la localidad rosense, lleva hacia Port de la Selva… o también tomando la carretera que sube desde Vilajuïga– es un conjunto monumental que, de repente, irrumpe en la vista del viajero e, inevitablemente, le atrapa y conduce hasta él, como un potente imán.
Se trata del Monasterio de Sant Pere de Rodes, cuyos primeros vestigios datan del siglo IX. Una joya del románico catalán que, del siglo XI al XIV, se convirtió en el principal centro espiritual del condado de Empúries. Una obra de arte arquitectónica que sorprende por su ubicación y la manera en que fue construido: con diferentes terrazas que le permitieron adaptarse al abrupto terreno.
Nada más llegar, el viajero quedará boquiabierto por su portalada exterior, obra del Maestro de Cabestany, con esculturas en mármol blanco de diferentes escenas de la vida de Cristo. Pero, tras cruzar el umbral, continúan las sorpresas.
La más admirable es su iglesia, con planta de cruz latina y tres naves con bóveda de cañón. Llama poderosamente la atención su altura, conseguida a base de un original sistema de pilares y dobles columnas. Anexa a ella esta el claustro y el campanario, del siglo XII, de planta cuadrada e influencias lombardas.
Y al lado del mismo, una torre de defensa. Gracias a las peregrinaciones –por las numerosas reliquias que albergaba– el monasterio llegó a tener en plena Edad Media unos 250 habitantes. Este conjunto monumental está declarado Bien de Interés Cultural del Patrimonio Histórico de España.
Y en Roses, el Monasterio de Santa María
Tras este paseo ‘celestial’, de regreso a Roses el visitante puede continuar admirando el románico catalán en una de las joyas patrimoniales de la ciudad: la Ciutadella. En el interior de la misma, auténtico museo arqueológico al aire libre, además de las huellas que allí dejaron griegos y romanos se encuentra el Monasterio de Santa María, antigua abadía benedictina del siglo X, de estilo románico lombardo como dan fe sus muros interiores.
También pueden admirarse sus tres ábsides y restos del claustro. Este monasterio cobra vida en verano como mágico escenario de actuaciones musicales en el ciclo Musica D’Nits o en el festival Sons del Món.
Más información en: http://es.visit.roses.cat
Un paseo por la fascinante historia de la Ciudadela de Roses