Todo viaje tiene un motivo,
un por qué escogemos un lugar.
En mi caso los sintetizo en tres
Mis porqués
El blanco de las casas encaladas
cubiertas de tejas rojas y adornadas con macetas de geranios, las callejuelas estrechas y ensortijadas que esconden rincones con fuentes y frescor, los barrios antiguos que trepan hacia las fortalezas destilan aún las esencias de los trazados urbanos de los tiempos del Califato.
Las fortalezas que aún se muestran poderosas
las atalayas, que recortadas en las lomas nos recuerdan tiempos de conflictos fronterizos, las mezquitas, las iglesias que se construyeron sobre sus restos, la arquitectura renacentista o barroca que a lo largo de los siglos fue embelleciendo las villas nos regalan una enorme riqueza cultural.
La riqueza de su gastronomía
recoge recetas tradicionales, algunas rescatadas de manuscritos árabes. Satisfacer al paladar también forma parte de esta ruta. Platos populares como el salmorejo, alcachofas a la montillana, rabo de toro, escabeches o los flamenquines son una tentación. Eso sí, aliñados con aceites y regados con vinos de denominación de origen.