Las vacaciones estivales son una excelente oportunidad para descubrir destinos quizá poco conocidos de nuestra España interior pero de fascinante atracción para el viajero. Como la Maragatería, una de las más singulares comarcas de León, al sureoeste de la provincia.
Una tierra marcada históricamente por los arrieros, que se dedicaban al transporte de mercancías con carros tirados por mulas a lo largo de toda la península. Además de Astorga, su capital, que presume de albergar uno de los tres únicos edificios de Gaudí fuera de Catalunya –su Palacio Episcopal–, la comarca ofrece otras tentadoras experiencias por pueblos como Castrillo de los Polvazares, Santiago Millas o Val de San Lorenzo, para inhalar la más pura esencia de una tierra de arraigo y tradiciones… y una sabrosa delicia para el paladar: el Cocido Maragato.
Astorga, capital de la Maragateria… y vinculada a Gaudí
Fundada por los romanos como Asturica Augusta, hoy día es parada obligada en el Camino de Santiago o la llamada Vía de la Plata. Su corazón es la Plaza Mayor, porticada y de planta cuadrangular, asentada sobre un antiguo foro romano. Preside esta plaza el Ayuntamiento, de fachada barroca.
Su Catedral data del s. XV y es una remodelación de la anterior, románica. Destacan especialmente la fachada principal (barroca) y la fachada renacentista de los Obispos; y en el interior, el retablo Mayor, que narra la vida de la Virgen. El otro gran referente religioso es el Palacio Episcopal, obra de Gaudí (s. XIX-XX) y que en 1963 se convirtió en Museo de los Caminos, exponiendo piezas de la Diócesis.
Una ‘Ruta Romana’ con visita guiada permite conocer y admirar lo restos arqueológicos conservados en el centro histórico, como un tramo del foso del sistema defensivo, las Termas Menores, el Aedes Augusti (templo dedicado a la memoria del emperador) y restos del pórtico de la zona sur Foro.
Se completa con un recorrido por el interior de un tramo del sistema de cloacas y la vista a una lujosa casa. Otras huellas de esta civilización están en el Museo Romano, que cuenta con una importante colección epigráfica (lápidas funerarias pertenecientes a soldados, augures, esclavos y libertos) así como pinturas pompeyanas y valiosas piezas de numismática. El museo se erige sobre un pórtico abovedado, ‘La Ergáscula’, que formaba parte de una construcción monumental en el centro del foro.
Y para las familias con niños, una golosa visita: al Museo del Chocolate, que pone en valor una de las principales industrias de Astorga. Está ubicado en un elegante palacete del s. XX ¬–que fue residencia, almacén y fábrica del chocolatero astorgano D. Magín Rubio– y, además de carteles, envases, cromos y objetos, muestra el proceso seguido desde la fabricación artesanal hasta la mecanización.
Castrillo de los Polvazares: cautivadora esencia rural
Otra parada obligada en el Camino de Santiago Francés. Su nombre hace honor a dos castros cercanos: San Martino y Castro de la Mesa (Edad de Bronce). Su eclosión vino en el siglo XVI gracias a la arriería y hoy día es una de las joyas rurales de la provincia de León.
Su centro histórico ¬–declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1980– es un laberinto de calles empedradas que nos devuelven al pasado, es especial la Calle Real, su eje central, del s. XVIII. También llaman la atención del viajero sus casas de sobrias fachadas de piedra y portadas adinteladas, con patios interiores y galerías abiertas.
A nivel patrimonial destaca la iglesia de Santa María Magdalena (s. XVIII), con su torre-campanario. Y en la plaza del pueblo, un busto dedicado a la escritora Concha Espina quien se documentó aquí para escribir su novela ‘La Esfinge Maragata’. En sus alrededores es agradable pasear por la ruta del Prado de San Juan o el Parque de Castrillo. Y a la hora de sentarse a la mesa, nada como degustar su plato estrella: el Cocido Maragato.
Santiago Millas: entre chozas, casas arrieras y cercados
Otra joya rural de la Maragatería, declarado Conjunto Histórico en 1999. Su configuración arquitectónica se articula en torno a dos barrios: el Barrio de Arriba y el Barrio de Abajo, separados físicamente… pero con el nexo de unión de una trama urbana irregular con calles de edificios adosados y espacios quebrados de múltiples perspectivas generadas por curiosos encuentros entre estrechas vías y anárquicos estrechamientos.
A nivel arquitectura rural, el visitante podrá admirar las Chozas (que integraban vivienda, despensa y cuadras), las Casas Arrieras (donde el patio-corral adquiere protagonismo en medio de la casa en forma de U y acceso mediante portón de arco adintelado) y los Cercados (de piedra y altura de 2,5 metros).
En el Barrio de Arriba es de obligada visita el Museo de la Arriería (en una antigua escuela), la iglesia parroquial de Santiago o la capilla del Bendito Cristo de la Vera Cruz (s XVII). Y en el Barrio de Abajo, la Capilla de San Miguel (s. XVI) y el Parque de Blas Celada, con la Torre del Reloj, ubicado en el punto más alto de la ladera.
Val de San Lorenzo: pura artesanía textil, con sus mantas maragatas
Uno de los pueblos que mejor han conservado las tradiciones y el folclore de la comarca. Dar un relajado paseo por sus calles y plazas es admirar un bello conjunto histórico antes de descubrir su patrimonio, como la iglesia de la Carballeda, la Ermita de San Antonio (s. XVIII), los palomares (de planta cuadrada en lugar de redonda, con es habitual) y pozos típicos…. Y para un relajado descanso, el parque a orillas del río Turienzo.
Pero si algo destaca en Val de San Lorenzo es su industria textil que se remonta al siglo XVII, cuando sus vecinos se dedicaron a tejer paños, hasta el punto que, un siglo más tarde, había en el pueblo 81 fabricantes. Famosas son sus mantas maragatas, verdaderas obras de arte que adornan muchas casas o alojamientos de turismo rural.
Esta artesanía textil está representada por dos museos. Uno es La Comunal (abierto en 2007), primera fábrica con maquinaria moderna destinada al cardado e hilado de la lana, que ocupa el Centro de Interpretación Textil. El otro es el Batán-Museo, que muestra lo que eran los batanes donde se aplastaban o apelmazaban los paños para que tuvieran mayor consistencia y calidad. Situados junto a los ríos, su fuerza hidráulica conseguía mover grandes mazos de madera que golpeaban los tejidos. Una visita guiada permite ver todo el proceso de producción.
Màs información: https://leon.es/
Seis pistas para descubrir la esencia de la ‘Ruta Romana de León’