Que ver en Dublín en 4 días; un itinerario por la ciudad y sus alrededores para disfrutar de la cultura, la historia, y los más bellos paisajes al son de la música celta.
El primer contacto con Irlanda fue el vuelo de Air Lingus que nos llevaría hasta Dublín. Una aerolínea de las denominadas low cost a la que sólo podemos dedicar elogios tanto por el excelente trato por parte de su personal, como por la comodidad de sus aviones muy lejanos del concepto low/narrow al que nuestras rodillas han tenido que acostumbrarse sin remedio.
El vuelo se desarrolló con total normalidad, y a las 12.30 de la mañana (tras dos horas y media de vuelo) aterrizamos en Dublín en un fantástico día de sol. Los paraguas y chubasqueros se quedaron en la maleta, y afortunadamente así fue durante gran parte de toda la estancia. ¡Cuestión de suerte!
El hotel escogido para disfrutar de la ciudad era el Academy Plaza, un amplio y confortable alojamiento situado a escasos metros de O’Connell Street en el mismo centro de la ciudad. El autobús del aeropuerto nos dejó a pocos pasos de la puerta del hotel, así que la llegada no pudo ser más sencilla.
Los autobuses que conectan el aeropuerto con el centro de la ciudad son la opción más recomendable para llegar hasta Dublín, tanto por la comodidad de los mismos y el bajo coste del billete, como por la gran frecuencia de paso.
Una vez realizados los trámites de check-in nos lanzamos ávidos al descubrimiento de una ciudad de la que ya nos habíamos enamorado mientras preparábamos las rutas e itinerarios.
Los imprescindibles que hay que ver en Dublín:
O’Connell Street
Es la avenida principal de Dublín, y se trata de una de las calles más largas de Europa. Es un maravilloso paseo salpicado de monumentos históricos, bonitas tiendas, grandes almacenes y característicos locales irlandeses. Asimismo O’Connell Street fue escenario de algunos de los momentos clave de la historia de la ciudad, como la Insurrección de Pascua de 1916.
Entre los monumentos destaca también el Spire conocido como el monumento de la luz, una aguja altísima de 120 metros de altura en el lugar que anteriormente había ocupado la Columna de Nelson, monumento destruido en los años 70 por el IRA. No hay que perderse tampoco la estatua del célebre escritor irlandés James Joyce, ubicada al principio de la calle peatonal North Earl.
El día soleado invitaba a comer al aire libre en la terraza de uno de los típicos pubs que llenan la capital irlandesa, y eso fue lo que hicimos. El delicioso salmón que nos sirvieron ya nos dio a entender que nos íbamos a llevar bien con la gastronomía irlandesa…
Después de disfrutar del inusual sol de octubre y las primeras cervezas era momento de empezar la ruta… ¡Había muchas cosas que ver en Dublín y disponíamos de poco tiempo!
St. Stephen Green
Tras cruzar el puente O’Connell nos dirigimos hacia St. Stephen Green un fabuloso parque situado junto al centro comercial del mismo nombre en las cercanías de Grafton Street, y que forma parte de esos lugares que hay que ver en Dublín, sin lugar a dudas. En la parte norte del parque se puede disfrutar de la gran belleza de un lago repleto de patos y peces de diferentes especies.
El punto sur del parque es el punto de encuentro de trabajadores que aprovechan la hora del almuerzo para disfrutar de la comida al aire libre, de estudiantes, y de muchos turistas que disfrutan del gran pulmón verde que supone este gran parque.
El interior del mismo contiene además varias estatuas entre las que destacan un busto de James Joyce y una fantástica estatua del irónico, único y gran Oscar Wilde. Seguramente Wilde se habría sentido complacido por esta representación de su figura alejada de los cánones habituales de las estatuas dedicadas a las grandes figuras.
Grafton Street
Una visita por Dublín nunca puede dejar de lado un paseo por Grafton Street, la calle del shopping por excelencia. La calle es completamente peatonal y se respira un ambiente fascinante debido, seguramente, entre otras cosas, a la presencia de las casas bajas georgianas que bordean la calle.
Al principio de la vía vemos una estatua dedicada a Molly Malone, la joven vendedora de pescado protagonista de una popular canción irlandesa que en cierta manera se ha convertido en un himno extra-oficial de Dublín.
Temple Bar
Temple Bar es un barrio del centro de Dublín que sin lugar a dudas es una de las zonas más famosas y visitadas de la ciudad. Reestructurado y completamente renovado durante los años 90 se trata de un punto estratégico de la diversión irlandesa y sin duda, uno de los grandes imprescindibles que hay que ver en Dublín.
Lleno de artistas callejeros y músicos, turistas que se mezclan con los lugareños, restaurantes de moda, galerías de arte y espacios culturales como la Gallery of Photography, il National Photography Arhive y el Irish Film Institute. Justo en medio de ese isla cultural se encuentra la Meeting House Square, una plaza donde los meses de verano se llevan a cabo un gran número de conciertos gratuitos.
En este barrio, centro de la vida nocturna de la capital irlandesa, hay infinidad de pubs y clubs entre los que destaca obviamente el Temple Bar. Cruzar el umbral del local y perderse en las notas de la mejor música celta en directo mientras se disfruta de una Guinness, fue la mejor manera de cerrar el primer día de estancia en Dublín.
Howth
El segundo día de estancia decidimos visitar alguna de las localidades costeras de la zona y optamos por el bello pueblo de Howth, para ello utilizamos la línea ferroviaria que conecta Dublín con diferentes pueblos de la costa. Los trenes de la DART con unas frecuencias de paso de unos diez minutos son una perfecta opción para quien no quiera alquilar un coche para desplazarse fuera de la ciudad.
Algunos de nuestros amigos que ya conocían la zona nos aconsejaron que si disponíamos de pocos días nos dirigiéramos a Howth, y realmente quedamos entusiasmados con la belleza de unos paisajes que resultan difíciles de describir, y que ni la mejor de las fotografías podría recoger en todo su esplendor.
Howth es un puerto de pesca muy activo que por tanto cuenta en su haber con unos fantásticos restaurantes en los que evidentemente los platos a base de pescado son los únicos protagonistas.
Siguiendo las sugerencias de otros viajeros optamos por comer en el Oar House un pintoresco y tradicional restaurante en el que nos sirvieron la mejor sopa de pescado que habíamos probado en la vida. Asimismo no pudimos resistirnos al fish and chips que fue todo un descubrimiento en ese caso, ya que nada tiene que ver con otras versiones muy aceitosas y grasientas que habíamos probado en otros lares.
Justo delante del restaurante y mientras seguíamos disfrutando de unas maravillosas vistas nos vimos gratamente sorprendidos por la presencia de unas inmensas focas que nadaban tranquilamente en la zona del puerto mientras esperaban la llegada de los pescadores y su pescado fresco.
Tras una jornada especial y lamentando no disponer de más tiempo para disfrutar de Howth nos dirigimos de nuevo a la estación donde el tren de la DART nos llevaría a una parada intermedia antes de llegar a Dublín.
Malahide Castle
Cogiendo la misma línea de regreso a la ciudad la parada de Howth junction permite un cambio de tren para llegar a Malahide, un bello y sugestivo pueblo costero de la zona de Fingal. En este lugar es de visita obligada el Malahide Castle, uno de los castillos más antiguos de Irlanda, del cual se dice que aún lo habitan ¡¡¡cinco fantasmas!!!
El castillo está inmerso en un parque maravilloso lleno de majestuosos árboles gigantescos. Un lugar mágico que merece realmente una visita.
Trinity College
El tercer día lo dedicamos a lugares de Dublín que sabíamos que no podíamos dejar de ver en ningún caso, como la mejor universidad irlandesa y una de las más importantes de Europa, que contiene en su interior la biblioteca más espectacular que habíamos visto nunca.
Un total de cinco millones de libros, y una colección de antiguos manuscritos de incalculable valor entre los que destaca el Libro de Kells, realizado por monjes celtas durante el siglo IX y que por su excelencia técnica y belleza se considera una de las más importantes obras del periodo lo convierten en uno de los lugares más emblemáticos que hay que ver en Dublín.
Los amantes de Harry Potter estarían extasiados de recorrer con la mirada uno de los escenarios de la celebérrima saga, ya que esta biblioteca es escenario de las aventuras del más famoso de los magos del s. XXI.
Dublín Castle
El castillo construido en el siglo XIII sobre un asentamiento vikingo tuvo varios usos desde su construcción. Fortaleza militar, prisión, Palacio Real, tribunal o sede del gobierno de Irlanda. En la actualidad se utiliza con frecuencia para actos de estado por lo que en ocasiones el visitante lo puede encontrar cerrado de manera inesperada.
Solo la visita de la espectacular (y ciertamente kitsch) Throne Room, donde se conserva el trono de Guillermo de Orange, ya hace que la visita valga la pena.
Christ Church Cathedral
Esta maravillosa catedral, construida en el 1172, se edificó sobre la base de una antigua iglesia vikinga. En este lugar de culto se celebran con frecuencia diferentes conciertos en un marco realmente impresionante.
Cuando el visitante cruza la puerta de entrada se ve atrapado por la belleza de un templo inmenso dividido en tres altísimas naves que contienen varios sepulcros y una cripta subterránea que por sus dimensiones se considera la más grande de todas las Islas Británicas.
Museo de la Guinness
Nuestro cuarto día ya no daba para mucho porque el avión que nos devolvería a Barcelona tenía la salida por la tarde, asi que decidimos dedicar la mañana a otro lugar de culto….el del culto a la cerveza, y nos fuimos al Museo de la Guinness. Este es otro de los imprescindibles que hay que ver en Dublín, se ame o no esta bebida.
Construido en la base de lo que fue la antigua fábrica de cerveza Guinness, el museo ocupa un edificio de siete plantas, cada una de las cuales está dedicada a las diferentes fases que configuran el proceso de elaboración de la famosa cerveza.
El tour, con una duración de dos horas aproximadamente, es realmente exhaustivo en sus explicaciones y detalles y al acabar el recorrido el visitante ha adquirido sin lugar a dudas un vasto conocimiento acerca de la cerveza en general y de la Guinness en particular.
La visita al museo (en que, personalmente, opino que el precio de la entrada es realmente elevado) finaliza en el último piso del edificio donde el Gravity Bar regala unas vistas espectaculares de Dublín a 360 grados. Como el precio de la entrada incluye una pinta, nos despedimos de Dublín brindando desde lo alto con una Guinness y prometiéndonos que volveríamos pronto.
Dublín es una ciudad maravillosa, hospitalaria, llena de rincones por descubrir. Una capital en la que el arte, la cultura y la música te envuelven desde el primer momento y a la que deseas volver incluso antes de haberte ido. Notas de música celta suenan de fondo cuando cierro este artículo que espero os sirva de ayuda en vuestro próximo viaje…
Publicado en el Nº6 de Magellan
10 razones para viajar a Irlanda
2 comentarios
Esta información está genial y es muy útil.
Muchas gracias
Excelente nota y muy completo el itinerario. Gracias por compartir tu viaje e inspirar a otros a visitar Dublín!