Cuando me comentaron la idea de ir a África tuve muchas sensaciones; la primera de todas fue de sorpresa, pensé… ¿África?, ¡jamás me lo había planteado! Las siguientes se convirtieron en un cumulo de preguntas: ¿Será segura? ¿Me impactará? ¿Me gustará su gastronomía, su cultura? ¿Qué idioma se hablaba allí? Y así hasta un sin fin de dudas…
Así que allí estábamos mi amiga Estibaliz y yo cambiando nuestro viaje de Miami por el de Gambia, dos lugares completamente opuestos. No me preguntéis porqué, pero había algo más que tan solo el motivo económico que nos decía que debíamos ir a este país desconocido.
Nuestra visita se produjo hace diez años, por lo que a pesar de no recordar en detalle ciertos nombres de lugares, os aseguro que las imágenes que conservo en mi retina junto con la mezcla de sensaciones no las podré olvidar jamás.
Quisiera haceros un pequeño resumen de Gambia para aquellos que no la situéis: esta nación está rodeada por Senegal y su capital es Banjul; aunque no es la mayor ciudad del país, su población está compuesta por 1,7 millones de habitantes aproximadamente. A pesar de ser un país que en su día fue colonizado por portugueses y más tarde por ingleses, sin olvidarnos de que en el año 1994 pasaron por un corto periodo de dictadura militar, es increíble que en ningún momento su gente pierde la sonrisa, siendo esto lo primero que me llamó la atención.
Gambia se sustenta de su agricultura, pesca y turismo; uno de los lugares más sorprendentes que visitamos fue Tanghi donde mujeres y niños acuden a la playa para ayudar a los pescadores a llevar el pescado a la orilla. Estos, por colaborar a descargar un cubo, les entregan dos o tres peces… de esta manera pueden conseguir algo de proteína para sus largos días casi en ayunas.
Contactamos desde España con un guía local bien simpático (Abdoulai) el cual nos llevó a conocer la verdadera cultura de este país, y cuando digo la verdadera creedme que fue de esta manera. Como buen musulmán, principal religión de este país, nos presentó a sus 2 mujeres y nos explicó no solo como convivían todos en armonía, sino como se gestionaba semanalmente para atender a ambas familias.
Uno de los lugares visitados fue Katschi-Kali, la charca de los cocodrilos sagrados. Nos acercamos lo suficiente como para comprobar que no se inmutaban con nuestra presencia… la teoría que tenían los lugareños era que, aparte de como dicen ellos que estos son sagrados, son vegetarianos ya que solo los alimentaban de fruta y verduras. Aún así os puedo garantizar que los dos o tres metros de algunos de ellos impresionaban bastante.
Si viajáis a este país no podéis dejar de ir a Serekunda, la ciudad más habitada de Gambia. Nos quedamos deslumbradas con el festival de colores y la atmosfera tan buena que existía en sus mercadillos. Era todo un espectáculo de sonrisas constante, no queríamos salir de allí. Tenéis que tener en cuenta que antes de darle al click de vuestra cámara, debeis pedir permiso a la persona en cuestión (sobre todo a las mujeres). No les gusta que les fotografíen y especialmente cuando están trabajando.
Otro lugar al que nos llevó nuestro gran guía fue Lamin Lodge, un restaurante junto a los manglares del río Gambia. Recuerdo que el sitio era extraordinario, comimos un pescado de muy buena calidad y por poco dinero; eso sí, no os olvidéis del Relec… y a pesar de llevarlo acabareis comidos por las picaduras de mosquitos. Pocos días antes de marchar del país decidimos hacer una pequeña excursión al Campamento de Tendaba. Éste está situado también a orillas del río Gambia, el llegar allí supone toda una aventura ya que son unas cinco horas de carreteras en condiciones lamentables, pero os aseguro que mereció la pena.
Lo primero que hicimos fue realizar un recorrido en una especie de canoa por el rio y aquí fue donde descubrí por primera vez lo que era una verdadera puesta de sol; indescriptibles las miles de sensaciones que te vienen en ese instante, ese silencio, ese color del sol escondiéndose bajo el agua, esos manglares que tantas veces habíamos visto en algún que otro documental… el tiempo se había detenido, no existía otra cosa en ese momento que no fuese el color rojo fuego del cielo, el silencio que lo acompañaba y nosotras diciendo: ¿Miami? Ahora entiendo que finalmente fuera a Gambia…
Mi balance en este viaje fue bastante positivo, de hecho después de visitar este país hubo un antes y un después sobre el concepto que tenía acerca de este continente, por ello no dudé en repetir años más tarde, pero esto lo contaré en otro artículo…
A veces es difícil evitar ciertos prejuicios y pecamos por ello, pero os aseguro que África es un continente que merece la pena conocer. Sin duda, al igual que cualquier viaje tiene su parte más triste, pero esa parte no he querido compartirla ya que a día de hoy sigo recordando más la parte positiva, alegre, influyente y la que quiero que conozcáis por mí; pero os aseguro que tan solo por recibir una sonrisa de cualquiera de ellos merece la pena conocerla.
2 comentarios
Simplemente brillante, me fascina leerte Valentina, es como si estuviera allí por unos instantes, es el tercer artículo que leo tuyo y estoy deseando leer el cuarto.
Se me hacen cortos…
Gracias por compartir estas experiencias.
Me encanta leer tus textos…ya lo sabes!
Me he sentido en Gambia sin haber estado