Galicia es para mí una de las regiones más bonitas de nuestro país. En Galicia encuentras ciudades y pueblos preciosos, parajes naturales tan espectaculares que nada tienen que envidiar a otros destinos más exóticos, una gastronomía sin excesos y con un producto base espectacular y la gente con el acento más bonito de España.
La región con más arte para cocinar el pulpo es famosa a nivel internacional pero más allá de las ciudades y rincones más conocidos, Galicia está llena de parajes menos visitados y no masificados donde pasar unas vacaciones al estilo Thomas Hardy: lejos del mundanal ruido. Uno de esos puntos es la Isla de Ons, es mucho menos conocida que las Islas Cíes pero forma parte del mismo entorno natural, el Parque Natural de las Islas Atlánticas.
Ons es la isla más grande del archipiélago y la única habitada durante todo el año por unas ochenta personas. Se puede llegar hasta la isla en unos 30 minutos de trayecto en ferri desde varios puntos de la costa de Pontevedra. En verano salen barcos a diario desde Sanxenxo, Portonovo o Combarro.
Esta isla para mí es un paraíso natural poco contaminado por la huella del hombre donde si quieres pasar la noche puedes hacerlo en un cámping o en un pequeño albergue, no hay hoteles, hay solo dos o tres restaurantes y tampoco hay papeleras, quien allí llega debe guardar su basura y preservar el entorno para que siga siendo accesible pero maravilloso.
Además, no es una isla solo para bañarse, ya desde el barco se puede ver la cantidad de masa verde y boscosa que corona todo el territorio y una vez pises tierra firme lo mejor es acudir al centro de visitantes donde te informarán de las cuatro rutas diferentes que se pueden hacer por distintas partes de la isla.
Las rutas de senderismo bordean la isla al completo y las vistas son preciosas: acantilados, las Islas Cíes, el faro de Ons y la bravura de las aguas atlánticas siempre sorprendente para los que venimos del Mediterráneo, vale la pena hacer un par de rutas para tener distintas perspectivas. A la hora de comer puedes hacer cola en uno de los restaurantes pero mi opción fue un picnic en la playa con una tranquilidad casi terapéutica.
La arena de la isla es blanca y el agua totalmente transparente, todos los que van allí buscan la tranquilidad así que reina un respeto y un silencio que harán que la siesta sea inevitable porque lo único que oirás será el murmullo de las olas. Hacía media tarde la isla se queda vacía y solo algunos deciden quedarse a pasar la noche y volver a la mañana siguiente.
Esta isla es un paraíso cercano, al alcance de todos los bolsillos y con normas fáciles de entender y cumplir para que siga fascinando a propios y extraños. Si vuestro destino es Galicia, no dudéis ni por un segundo en dedicar un día a esta maravilla natural menos explorada que las vecinas Cíes. ¡El paraíso está casi siempre mucho más cerca de lo que creemos!