La primavera marca el inicio de una temporada de esplendor. Los días empiezan a ser más largos y las temperaturas comienzan a ser más agradables. Esta combinación lleva a que los paisajes naturales que hasta entonces estaban marcados por el invierno se llenen de color y vida.
Este fenómeno se aprecia de manera especial en la isla de La Palma, donde las temperaturas agradables permiten vivir una primavera sin fin, que llega a su punto álgido durante esta época, cuando los campos florares se conjugan con las cresterías y formaciones volcánicas propias de la isla bonita, dando lugar a una estampa memorable.
Declarada en su totalidad Reserva de la Biosfera, La Palma vuelve a florecer este año y su belleza atrae a fotógrafos expertos y aficionados que buscan plasmar los matices de la floración de los tajinastes (especie endémica de Canarias), así como la belleza de la hora mágica que brinda atardeceres cálidos que, sin duda, invitan a enamorarse de una isla única.
Y es que durante la primavera La Palma hace brillar la potencia de la naturaleza que la invade de norte a sur. A continuación, algunos de los paisajes más significativos para disfrutar de los mantos de colores que dominan la floral en la isla bonita.
El Relinchón y el pico de la granja lucen sus colores en El Paso
Cuando llega la estación primaveral, la zona de El Paso empieza a vestir sus prados de un vibrante color amarillo que llena los corazones. El nombre de esta planta es relinchón y su delicada y abundante flor ofrece un paisaje completamente diferente y especial.
También en el municipio de El Paso, en concreto en el Llano del Jable, florece una peculiar y diminuta planta que tiñe de rojo el suelo con su color rojo: el Pico de graja. Como si de una alfombra se tratase, de apenas 4 centímetros de altura, el Pico de granja permite disfrutar de una vista de contrastes, con los pinos típicos de la zona ofreciendo su verde creciendo a lo alto.
Las cumbres de La Palma llenas de amagantes
La Palma es sinónimo de senderismo y cada uno de los caminos lleva a descubrir paisajes nunca antes vistos que, durante la etapa primaveral, se vuelven aún más especiales. En esta línea, cabe destacar el GR 131, que va desde las cumbres de La Palma hasta el refugio del Pilar.
Durante esta etapa, además de vistas impresionantes, es posible disfrutar con la floración de los amagantes, un arbusto endémico canario especialmente abundante en La Palma, que se da en los pinares a partir de los 800 metros de altitud. Su flor es de color rosado y puede llegar a tener hasta 5 centímetros de diámetro. Ese color tan prominente brinda una estampa llena de vida que se combina con los múltiples pinos que se encuentran por el camino.
El paisaje excepcional de la Caldera de Taburiente
El Parque Nacional de la Caldera de Taburiente forma en sí mismo un entorno de colosal belleza que en primavera expone sus colores para disfrute de los visitantes. Su extensión con forma de herradura está recubierta de bosques y barrancos.
Uno de los aspectos que hacen tan inolvidable este paisaje es ver los tajinastes, una especie endémica cuyo nombre proviene del guanche y viene a significar aguja, dada su forma alargada. Cuando florece, brinda un paisaje rosa, violeta e incluso azulado. Por la zona también se dan las flores de los alhelíes y amagantes, que acompañan a otras especies como los codesos, brezos, fayas, credos o helechos.
El Parque Nacional lo cierra por el norte el Roque de los Muchachos, el punto más alto de la isla que supera los 2.400 metros. Desde esa altura también es posible apreciar una vista llena de tajinastes y de las flores de la retama, un género de arbusto emblemático de Canarias cuyo nombre científico es “supranubius”, que viene a ser “por encima de las nubes”, haciendo referencia a las zonas de alta montaña, donde abundan.
Y es que a esta altura se da también el famoso fenómeno “mar de nubes” que permite, en los días más despejados, llegar a ver asomando desde el mar otras islas como La Gomera, Tenerife y El Hierro.
Foto de apertura de Saúl Santos
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