Como me gusta esa canción: “Com’e’ triste Venezia soltanto un anno dopo. Com’e’ triste Venezia se non si ama piuuuuuu….” Quien no la haya oído nunca que por favor vaya rápido a Youtube y teclee – Aznavour – Venezia. Si bien espero que en algún momento de vuestra vida la hayáis escuchado y si no lo habéis hecho es que nunca habéis estado en Venecia, y si no habéis ido a la ciudad de los canales remediarlo cuanto antes porque es una de esas ciudades de las que hay que llenarse los ojos al menos una vez en la vida.
Venecia es una ciudad única; es verdad que con el paso de los años la avalancha de turistas la ha ido convirtiendo en un parque temático en medio de una laguna, pero también es verdad de que a pesar de todo conserva una fascinación que hará que siga siendo inigualable por los siglos de los siglos.
He disfrutado Venecia en los calurosos meses de verano, (cosa que no aconsejo al viajero que quiera gozar de la ciudad de los canales), la he recorrido en un frio mes de enero, cuando caí completamente rendida a su singular y fantasmagórica belleza invernal, y he tenido el privilegio de vivir en dos ocasiones su espectacular Festival del Cine. Una experiencia que no olvidaré en la vida. Es una lástima que el editor de esta revista limite mis líneas por cada post, ya que os aseguro que podría escribir páginas, páginas y más páginas de lo que sucede durante una semana de festival.
Mi primera visita al certamen fue para presentar una coproducción en la que la empresa para la que trabajaba en Roma había colaborado. La película se exhibía fuera de concurso y tenía el sencillo título de Puteri Gunung Ledang (la Princesa del Monte Ledang).
La historia, una producción épica de casi dos horas y media de duración es una cinta malasia basada en una antigua leyenda del país asiático. En honor a la verdad y aunque la película era una sucesión de imágenes espectaculares y contaba con una fotografía maravillosa, no es el tipo de cine que me vuelve loca, y de cara al público del festival no ayudó mucho el hecho que debido a una serie de retrasos acumulados la programaran a la una de la madrugada, cuando el Lido y sus aledaños bullían con las fiestas más glamurosas del mundo.
En cualquier caso disfrutar del Lido en esos días fue una experiencia que no cambio por nada.
Es verdad que mientras la delegación principal (director, productor y actores principales) se alojaban en el Excelsior yo vivía en un diminuto apartamento que compartía con otros miembros del equipo y en los cada día aparecía un invitado de última hora a quien mi jefe le había dicho que aún teníamos sitio (?) Ya podéis imaginaros lo que cuesta encontrar una habitación libre en Venecia a pocos días del festival….
Es verdad que cada día tenía que recorrer caminando un par de kilómetros hasta llegar al Excelsior y a pesar del calor y el cansancio acumulado debía tener un aspecto presentable las 24 horas del día.
Es verdad que comer en el Excelsior era tan caro que durante una semana me alimenté de zumos de tomate y de los cacahuetes que servían en el bar del hotel. (El tema dietas no lo habíamos discutido antes del festival…)
Pero es verdad que llegar al embarcadero privado del Excelsior en la lancha del equipo de la película, tomar un aperitivo en la terraza Martini del hotel, pasear entre el divertido Will Smith, el impresionante Robert de Niro o la bella Scarlett Johansson, y vivir durante unos días en un mundo de fantasía que parece completamente irreal es algo tan impensable como realmente intenso.
Recuerdo un día en el que sentada en una esquina de la terraza miraba a mi alrededor el bullicio formado por actores de primera fila entrevistados en el set de televisión, observaba las reuniones de productores, distribuidores, veía a los directores de casting paseando entre los famosos y menos famosos, y recorría con la mirada los rostros de esos actores a los que tantas veces había alabado sus trabajos en la gran pantalla. Fue un momento realmente especial, un momento en el que me alegré de darme cuenta de que estaba viviendo algo único.
A veces en la vida nos pasan cosas y no somos conscientes de que estamos disfrutando de algo que nos llevaremos para siempre. Yo ese día en el Lido, bajo el tímido sol de la Venecia de septiembre gocé de la magia del instante porque sabía que estaba viviendo algo que recordaría siempre con una sonrisa. Solo me sacó de aquel momento de ensoñación la figura de Javier Bardem al que muy disimuladamente seguí porque me habían prometido una foto con él; fue mi única concesión durante todo el festival a un momento así.
Había pactado con mi jefe que durante toda la semana podría tener un solo momento: “saca esa fan que llevas dentro” y ese momento se lo llevó Bardem, a quien deseaba acercarme desde la noche anterior para poder felicitarle, junto a Belén Rueda, por sus impresionantes trabajos en “Mar adentro”, una película que tuve la suerte de disfrutar en su estreno oficial en el certamen y que me marcó profundamente y de manera muy especial en ese momento de mi vida.
En honor a la verdad he de confesar que tuve un segundo momento fan cuando la última noche de mi estancia, durante una exclusiva fiesta en el hotel Cipriani de la diminuta y bella isla de la Giudecca, me abracé a Robert de Niro para conseguir una foto con él. Era el último día y mi jefe a esas horas estaba ya en el momento euforia + cansancio infinito de “hemos sobrevivido a Venecia!!!” así que podía salir la fanática amante del séptimo arte que vive en mi, y que había estado reprimiendo desde el mismo instante en el que me bajé del vaporetto que me había dejado en el Lido. Esa lucha encarnizada contra mi verdadera naturaleza me había dejado agotada pero no tanto como para dejar escapar a De Niro.
Al año siguiente volví a visitar el certamen, pero esa vez yo había participado de manera activa en el documental que se presentó en el festival por lo que me tocó alfombra roja…..así que en un próximo post volveremos a Venecia.
1 comentarios
Hola mi querida Olivia:
Me llegas al corazón con tus relatos y ahora toca Venezia, mi adorada Venezia……………
Desde hace ya tiempo, he dicho que si me pierdo me busquéis entre sus calles y canales, sea invierno o verano.
Pero……….no conozco Il Lido, así que la próxima vez que vaya a Venezia me he propuesto visitarlo y ponerme en tu piel de “fan” y “trabajadora incansable” para soñar con esos momentos que el Séptimo Arte te ha regalado. Ciao cara.