Me gusta el verano, me gusta cuando ya ves que el día alarga, me gusta que puedas salir del gimnasio a las nueve de la noche sin secarte el pelo, que puedes pasear sintiendo la dulce brisa que anuncia un estío caluroso, y me gusta ir en moto por las costas del Garraf sin tener que ir abrigada hasta la nariz.
Como a la gran mayoría de la gente que conozco, soy consciente de que el verano mejora nuestro humor, somos más hiperactivos, y sobre todo empezamos a fantasear sobre ese viaje que hemos soñado una y mil veces durante el letargo invernal. Seguramente una de las frases más repetidas en los encuentros que hemos tenido en las últimas semanas es la de: “¿y tu dónde vas este verano?”. Y es una pregunta a la que nos encanta responder, porque nos dibuja una sonrisa en el rostro y porque nos apasiona compartir esos planes viajeros que nos van a llevar cerca, muy cerca, o lejos, muy lejos, a la otra parte del planeta, pero que nos van a arrancar de nuestras rutinas cotidianas para poder desconectar de todo y de todos durante algunos días. Hay reconocer que el avance de las nuevas tecnologías hace cada vez más difícil la desconexión total, y es una verdadera pena, pero aún así las vacaciones nos conceden ese tiempo tan necesario para poder hacer un verdadero reset mental y para acumular las energías que nos harán falta en “la travesía del invierno”.
De todas las personas que conozco son muy pocas las que coinciden en destinos; hay tantos lugares por ver como maneras de vivir y de viajar y eso me llama mucho la atención porque me doy cuenta de que viajamos como vivimos. Japón, la Patagonia, Islandia, Tanzania, Florencia, Ontario, la bahía de Cádiz, son algunos de los primeros destinos que me cuentan mis amigos más cercanos, y envidio todos y cada uno de ellos con especial intensidad si pienso en la Patagonia donde espero llegar a viajar antes o después.
Si nos fijamos en los rankings de las grandes plataformas de reservas online, vemos que “los clásicos” como Paris, New York, Praga, Barcelona, Roma, Punta Cana o Pukhet (entre muchos otros) son destinos infalibles que siempre aparecen en estas clasificaciones viajeras, pero yo creo que la verdad es que el mundo es cada vez más accesible, y que más allá de los destinos tradicionales hay una infinidad de lugares por descubrir que encajan a la perfección con la sed viajera que, por suerte, se ha apoderado tanto y tan bien de la humanidad del siglo XXI que ansia recorrer mundo sin parar.
Yo por mi parte sueño este verano con una improvisada ruta motera sin destino fijo pero con buenos paisajes para llenarme los ojos, recónditas playas para disfrutar de buenos baños y bosques escondidos para reencontrar la paz que sólo el silencio nos otorga tan bien.
Feliz verano a todos!