Si hay algo que une a la mayor parte de los seres humanos, en este mundo de desacuerdos y conflictos permanentes, es la pasión por los VIAJES.
Si estoy sentada alrededor de una mesa con amigos, conocidos o desconocidos, sé positivamente que diciendo la palabra mágica: “viaje” me será fácil dibujar una sonrisa en el rostro de la mayoría y poder detectar enseguida ese nexo de unión que hará que encontremos de manera rápida y agradable un punto en común entre todos nosotros. Porque no importa la nacionalidad, el sexo, la edad, las ideas políticas, los sueños o lo que pensemos de la vida en general, lo que si he aprendido a lo largo de los años es que la mayoría de nosotros ama viajar.
Donde sí es posible que empiecen a surgir divergencias es cuando abordamos los motivos que nos empujan a viajar a cada uno de nosotros. Mientras que para alguno de mis amigos el viaje perfecto es disfrutar de un crucero de súper lujo por el Mediterráneo sin tener que pensar en nada, muchos otros son grandes aventureros que aman perderse en recónditos lugares de Nepal, descubrir los infinitos arrozales de Vietnam, o bañarse en las maravillosas barreras de coral australianas. Cada uno de nosotros persigue un objetivo en sus viajes; no perderse ninguno de los museos de la ciudad visitada, descubrir ese restaurante que hace años que soñamos visitar, callejear tranquilamente por ese pequeño pueblo que tantas veces habíamos visto en nuestra película preferida, o aprender como son otras culturas y otras gentes.
Cuando yo reflexiono sobre lo que me empuja a preparar maletas y emprender un viaje, sin lugar a dudas una de las cosas que más me atrae es conocer a gente nueva, aprender de otras culturas y ver mi mundo desde otras perspectivas. En definitiva para recordar que de donde yo vengo hay cosas que están francamente bien, pero que en cualquier parte del mundo hay alguien o algo que nos puede enriquecer y devolvernos de vuelta a casa con las sensación de que no somos los mismos que en el momento de partir.
Como ya he comentado en infinidad de ocasiones desde bien pequeña mi padre me inoculó ese beneficioso virus de la pasión por los viajes, y se positivamente que de no haber sido así toda mi vida hubiera sido diferente, y muy, muy aburrida.
Ahora que se acerca un nuevo año y voy elaborando mentalmente la lista de los lugares a los que me gustaría viajar sigo poniendo en mi número 1 Canadá, y en este caso lo haría empujada por unas ganas locas de volver a llenarme la vista de los paisajes más bellos que yo he tenido ocasión de visitar en mi vida. Hace muchos años, navegaba por las tranquilas aguas de un lago canadiense junto a la bella localidad de Banff en la soledad más absoluta en una diminuta canoa que se mimetizaba a la perfección con el espectacular entorno. Ansío volver a mis amadas Montañas Rocosas para recuperar aquella sensación de paz total y para recordar que viajar no es otra cosa que VIVIR.
1 comentarios
En los tiempos que corren, perderse en tus palabras, querida Olivia, supone un auténtico remanso de paz y tranquilidad, una pausa que vale mucho la pena regalarse. Muchas gracias porque leer tu blog es siempre un viaje fascinante!