De norte a sur o de sur a norte; en coche, autocaravana o moto; la carretera N2 conquista cada vez más adeptos. Frecuentemente comparada con la famosa ruta 66, esta vía que atraviesa Portugal y, por ende, el Alentejo desvela ante los viajeros kilómetros y kilómetros de paisajes únicos y salpicados de pintorescos pueblos.
La cara más rural de esta región, abanderada del slow travel, invita a ser descubierta de manera cómoda y sin prisas, deteniendo el tiempo en cada una de sus paradas indispensables:
Conocer la producción de corcho en Ponte de Sor
Rodeada de un paisaje dominado por alcornoques, Ponte de Sor es uno de los mayores productores de un importante símbolo de la región: el corcho. Empleado no solo para los tapones del exquisito vino alentejano -y de otros de todo el mundo-, este material es transformado en sostenibles objetos artesanales y obras de arte.
Una de ellas es el mosaico de corcho del Centro de Artes e Cultura de Ponte de Sor, que con sus 400.000 tapones es el más grande del mundo. Los amantes de la naturaleza también disfrutarán en la cercana Albufeira de Montargil, un entorno privilegiado para aficionados de la observación de aves y de los deportes acuáticos.
Pasear por callejuelas de cuento en Montemor-o-novo
A la hora de planear una parada más larga que permita descansar y olvidar la carretera durante unas horas, Montemor-o-novo es la opción idónea.
Al término del día, la puesta de sol crea una atmósfera mágica en las ruinas de su imponente castillo, invitando a subir también a la Torre do Relógio para disfrutar de las vistas a este pueblo que en el pasado fue residencia de varios reyes.
Paseando por sus calles, el viajero encontrará excelentes ejemplares de blancas iglesias alentejanas, algunas de ellas con su interior revestido de azulejos ornamentados.
Al caer la noche, la desconexión absoluta está asegurada en L’AND Vineyards, un especial resort para amantes de la astronomía, el vino y el diseño que deseen experimentar la sensación de dormir bajo las estrellas.
Viajar al pasado en el Crómlech de los Almendros
Continuando hacia el sur, merece la pena hacer un pequeño desvío y abandonar durante unos kilómetros la carretera N2 para hacer una visita al Crómlech de los Almendros, un monumento megalítico que sorprende por su tamaño y buen estado de conservación.
Esta construcción neolítica conformada por 95 menhires dispuestos en círculo figura entre las más importantes de Europa, ofreciendo una sorprendente estampa a los visitantes. ¿Un consejo? Reservar una ruta nocturna guiada por el lugar para disfrutar de los mismos cielos repletos de estrellas que veían los habitantes prehistóricos.
Visitar un pequeño trocito de mar en Alcáçovas
La pequeña Alcáçovas es idónea para reponer fuerzas en alguna de sus tradicionales tabernas, protectoras de la auténtica gastronomía de la región.
Tras probar una contundente açorda a la alentejana o un plato de migas, es el momento de visitar uno de los secretos mejor guardados del Alentejo: el Paço dos Henriques. Este impresionante palacio muestra una inolvidable arquitectura revestida de conchas marinas de diferentes formas, tamaños y colores.
Aunque tanto el interior como la fachada presentan estos elementos, su capilla es la estancia más asombrosa debido a sus intricados dibujos geométricos.
Descubrir la tradición minera de Aljustrel
Destacando entre los verdes campos del sur alentejano, el pueblito de Aljustrel aparece coronado por una blanca ermita gótica situada en lo alto de una colina, descansando sobre las ruinas del antiguo castillo.
Históricamente muy ligada a la minería, la localidad es un punto único para conocer de cerca la extracción de la pirita y hacer visitas culturales a sus museos de minería, siendo especialmente recomendable la ruta senderista “Aljustrel tem uma mina”, que trascurre tanto por el casco histórico como por la naturaleza colindante.
Más información: www.visitalentejo.pt/es/