A principio de año, después de Navidad es muy común hablar de planes y propósitos para el año que viene, casi todos nos hemos propuesto alguna vez los más típicos: hacer más deporte, cuidar la dieta, leer más libros… Además de estos, yo siempre me propongo hacer viajes que me apetezcan y diseñar un plan de ahorro para poder conseguirlo, pero este año también me he propuesto firmemente desintoxicarme del postureo y de la parte mala de las redes sociales.
Las redes sociales son una valiosa fuente de información a la que yo recurro constantemente a la hora de organizar viajes porque allí puedes encontrar muchas ideas y datos de forma gratuita y eso es innegablemente positivo… Pero no es oro todo lo que reluce.
En el mundo viajero, una de las redes más populares es Instagram y su parte negativa es que abunda la antinaturalidad, lo impostado. La red social más en auge está llena de cuentas viajeras donde se vive de cara a la galería y donde impera un postureo asfixiante.
Hace unos días pude hacer una escapada a Granada y durante mi visita a la Alhambra me di cuenta de que casi todos estábamos más pendientes de hacer la foto que de ver esa maravilla a través de nuestros ojos. ¿Qué sentido tiene verlo todo a través de una cámara en lugar de en directo? ¿Por qué estamos más preocupados de subir la foto a Instagram que de disfrutar de la visita? Me indigné con el mundo y un poco conmigo misma y guardé el móvil durante varias horas.
Tengo varias sensaciones respecto al mundo viajero de Instagram (y que conste que yo misma tengo una cuenta dedicada a dar mis humildes consejos para el turista) pero creo que en el mundillo existe una competición no reglada por ver quién hace más viajes durante el año, ¿cantidad frente a calidad?.
Además el modelito que saques para la foto será determinante y cuanto más lejos viajes mayor será la cantidad de likes, porque parece que los likes importen más que lo que experimentaste al entrar en aquel templo en la India o al ver el Monte Fuji. Pero la regla de oro, la básica, la que contamina todo es la de que si no lo cuentas, no ha pasado. ¿Nos importa más la foto que la experiencia vivida? ¿Si viajas a París y no lo publicas cuenta menos? ¿Es más válido cuanto más te expones?
Pues mira tú por donde, resulta que esta pandemia nos ha obligado a quedarnos en casa, los cierres perimetrales se han mantenido durante meses y para mantener el nivel de postureo muchos han tenido que tirar de archivo y de hashtags como #volveremosaviajar o #ObjetivoCostaRica2022 .
Menos mal que también hemos sacado cosas buenas de esta situación y si hablamos de viajes, hemos aprendido a apreciar aún más el maravilloso país que tenemos y nos hemos dado cuenta de la cantidad de cosas que nos quedan por conocer de España, ahora los hashtags de moda son #turismonacional o #LaAlpujarraenamora.
No hay que engañarse ni pretender estar por encima de nadie, todos estamos influenciados por este tipo de modas, son los problemas del primer mundo y de la vida moderna pero creo que se puede aprender de esto, relajarnos y disfrutar de los viajes en vez de estar preocupados por la story del martes, así que con el pequeño altavoz que tengo hago un llamamiento para desintoxicarnos del postureo.
Es igual de válido viajar a Nueva York o a Sevilla, la comarca del Matarraña en Teruel tiene tanto encanto como la Toscana y el sushi está tan bueno como las migas extremeñas. Si eres afortunado y puedes viajar durante este año, sube las fotos que quieras a tus redes sociales o no subas ninguna, el viaje habrá existido igual aunque los demás no nos hayamos enterado.
Os deseo un 2022 lleno de viajes, cerca y lejos, de dos semanas y de fin de semana, de grandes ciudades y de entornos rurales, con niños o sin ellos. Viajar cura y enriquece, disfrútalo.
