El otoño puede llegar a ser mágico y es una de las estaciones favoritas de muchos por todo el encanto que lo rodea. Parte de ello viene dado por su colorimetría: tonos ocres, granates, dorados y mostaza, e incluso verdes, que brillan con una luz especial. Es por ello que muchos paisajes y planes se vean todavía más llamativos.
Alentejo, que lleva la naturaleza, la tranquilidad y la tradición adheridas a su nombre, puede presumir de ofrecer al viajero lugares de ensueño para disfrutar de un otoño fuera de lo común y regalarse un momento de desconexión inmersos en sus colores y su luz.
Granate a través de las uvas alentejanas
Es indiscutible. ¿Quién se puede negar a una experiencia de enoturismo? Gracias a las horas de luz, la fertilidad de los suelos y a las expertas manos de los productores y bodegueros, Alentejo cuenta con más de 250 productores y ocho Denominaciones de Origen demarcadas con grandes néctares, algunos de ellos únicos, como el milenario Vinho de Talha.
Para recorrerlos, existen tres rutas del vino: la de San Mamede, al norte, con sus característicos vinos intensos y aromáticos; la ruta histórica, que camina por los viñedos del centro de Alentejo, como Borba o Reguengos de Monsaraz; y la ruta del Guadiana, que sigue al río del mismo nombre. Además, los viajeros podrán explorarlas hospedándose en hoteles rurales dedicados a esta actividad, para una experiencia más auténtica.
Marrón alcornoque
Si al hecho que Portugal es el principal productor mundial de corcho, unimos que Alentejo cuenta con la mayor superficie de alcornoques del mundo, el resultado solo puede ser que este elemento se presente de las formas más curiosas posibles, y la Ruta del Corcho es la solución para descubrirlas.
Además de los mercadillos artesanales de la histórica Évora, donde el viajero puede encontrar piezas de artesanía y diseños en corcho, llama la atención Cortiçarte, una de las fábricas de transformación de corcho más curiosas del mundo. Aquí se puede ver cómo se elaboran piezas únicas como espejos, lámparas, muebles, paraguas y hasta botines. Por otro lado, el hotel Ecork (Évora) no deja indiferente a nadie, ya que este edificio sostenible tiene forrado su fachada principal y la pared de su restaurante de este material.
Tintes dorados con el oro líquido
Si antes se hablaba del vino, ahora le toca el turno al aceite de oliva, un alimento que puede resultar un manjar por sí mismo. Además de ser un ingrediente esencial, el aceite de Alentejo destaca por su calidad y variedad. De hecho, existen tres Denominaciones de Origen: aceite de oliva de Moura; aceites de oliva del Norte Alentejano; y aceite de oliva del Alentejo Interior, todos ellos con sabores distintos.
La mejor manera de disfrutarlo es a través de una cata, que algunos productores acompañan con la visita guiada al molino e instalaciones. Quienes prefieran un plan más cultural, destacan el patrimonial Lagar de Varas do Fojo, en Moura, convertido en Museo del Aceite de Oliva; el Lagar-Museo del Palacio Visconde d’Olivã, en Campo Maior; o el Lagar-Museu Melara Picado Nunes, en Marvão.
El color mostaza que enmarca las históricas calles de Évora
Patrimonio de la Humanidad desde 1996, Évora es un museo en si mismo. Recorrer a pie la ciudad significa dar pasos por la historia: del romano al neoclásico, gótico y por las diferentes expresiones del manuelino, renacimiento y barroco, presentes en sus edificios y monumentos.
Pero más allá de la rica cultura que la identifica, sus calles y plazas de casas blancas, con puertas y ventanas ribeteadas en amarillo mostaza, dan más luz si cabe a Évora. Entre ellas uno encontrará lugares de interés como el templo romano, la Catedral de Santa María, la Iglesia de San Francisco y la Capilla de los Huesos, el Palacio D. Manuel, la Ermita de San Blas, el mirador de la Casa Cordovil, la ventana manuelina de la casa de Garcia de Resende, el antiguo Colegio del Espíritu Santo, actual universidad, la Iglesia de la Misericordia, la Plaza de Giraldo y el Teatro Garcia de Resende.
Toques beige, verde y azul en el litoral
Poner los pies en la arena, con una brisa fresca que acaricia puede ser uno de los mayores placeres del otoño. El litoral alentejano es el escenario perfecto para decirse que la playa no es solo para el verano y disfrutar de la naturaleza más pura sin aglomeraciones.
En sus 150 kilómetros de costa se encuentran arenales de película, salvajes y otros más recogidos, dispuestos para todos los gustos. Estos tonos beige, verde y azul otoñales se ven, por ejemplo, la playa de Zambujeira do mar, rodeada de acantilados; mientras que Fonte do Cortiço, en Santiago do Cacém, regala esa sensación en donde el tiempo se para.
Después de ese momento evocador, merece la pena degustar un pescado fresco y pasear por las calles de sus localidades vecinas, así como otras como Comporta, Sines o Alcácer do Sal, qué, más alejada de la costa, adoptó una forma de anfiteatro que asoma al río Sado y regala unas vistas de sobresaliente.
Aunque Alentejo es una región para vivir todo el año, en otoño obsequia al viajero con planes y lugares -que ya de por sí emanan paz y tradición- con una luz y una actitud propia de la estación que los hace todavía más especiales.
Más información: www.visitalentejo.com
Alentejo: El sur de Portugal, sin prisas y sin pausas