Todo viaje tiene un motivo,
un por qué escogemos un lugar.
En mi caso los sintetizo en tres
Mis porqués
Sumergirse en la vida de una capital
considerada de las más felices del mundo, recorrerla a pie o en bicicleta, sentarse en alguno de los locales de Nyhavn, hacer pic-nic en uno de sus muchos parques, contemplar la ciudad desde los canales, pasar una tarde en el Parque de atracciones Tívoli o dejarse acariciar por la brisa mirando la grandeza de la pequeña Sirenita.
Disfrutar de una ciudad
en la que conviven historia y modernidad. Dejarse penetrar por el sabor medieval de algún rincón y por el esplendor de edificios renacentistas, visitar regios palacios, deslumbrarse con joyas arquitectónicas como la Opera y el Diamante Negro o subirse a torres como las del Ayuntamiento.
Visitar el palacio de Christiansborg
que guarda tesoros de la monarquía pero es a la vez el motor de la sólida democracia danesa. El contraste está al otro lado del canal. Christiania es un mundo aparte, experimental, que se declaró independiente y nos traslada a la utopía hippy de los 70.